Afortunadamente, la decoración navideña ha sufrido un impresionante vuelco en los últimos años. Sí, vale, son unas fechas muy tradicionales y conviene que haya algo que no se pierda y que se mantenga invariable con el paso del tiempo. Pero eso no tiene por qué estar reñido con una adaptación a las nuevas tendencias.
Los adornos de Navidad se han basado siempre en los colores del acebo: el verde y el rojo. Y a partir de ahí, en la batalla por la decoración más espectacular hubo un tiempo que ganó con claridad el «cuantos más colores mejor». Después de eso, alguien entró en razón y comenzó a fabricar adornos más suaves, armoniosos y elegantes.
Un toque rojo puede no estar mal para ambientar, pero otra cosa es pasarse y convertir nuestro salón en una feria. Podemos incluso evitar el rojo y parecer igual de navideños. ¡Si hasta los árboles han comenzado a perder el verde! Los hemos visto hasta morados y rosas. Tampoco hace falta llegar a ese extremo: nos quedamos con los árboles de Navidad de colores como el blanco, negro o dorado. Y poco recargados.
Aquí la prueba que con uno o dos colores que contrasten con el del árbol es suficiente. Podemos combinar el color del árbol de Navidad con el de nuestro salón y con el de nuestra decoración habitual. Seguro que con muy poco esfuerzo podemos conseguir resultados sorprendentes.
Y aquí os dejamos otra versión del árbol, que puede incluso no ser un abeto.
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